EL ETANOL NO ES BUENA IDEA
PAUL KRUGMAN - EDITORIALISTA INVITADO
El etanol de Brasil proviene de la caña de azúcar. En Estados Unidos, el etanol viene mayoritariamente del maíz, una materia prima mucho menos adecuada. El maíz es tan pobre de etanol que investigadores de la Universidad de Minnesota estiman que convertir toda la cosecha de maíz en etanol, reemplazaría solo 12 por ciento de nuestro consumo de gasolina.
Para quienes esperan acción verdadera respecto al calentamiento global y política energética, el discurso sobre el Estado de la Unión del presidente George W. Bush fue una experiencia deprimente. Había indicios y esperanzas de que el discurso fuera como cuando Nixon fue a China, y que el presidente Bush se convirtiese en conservacionista. Sin embargo, terminó pareciéndose al momento en que Nixon bombardeó Camboya. Los rumores fueron tentadores. Al Hubbard, presidente del Consejo Nacional Económico, pronosticó “titulares a ocho columnas que tendrán un efecto aplastante en términos de nuestro compromiso con la independencia energética”. Funcionarios británicos dijeron al periódico The Observer que Bush “hará un cambio histórico en su posición sobre el calentamiento global”.
Nada de eso sucedió. Bush reconoció que el cambio climático es un problema, pero usted no lo habrá escuchado si estornudó ese momento. Dijo algo vago sobre la economía en los combustibles, pero los datos de la Casa Blanca sobre energía dejan claro que había mucho menos de lo que pudimos escuchar.
La única sustancia real fue el llamado de Bush a aumentar considerablemente las existencias de “combustibles alternativos”. Eso significa principalmente usar etanol para reemplazar la gasolina. Desafortunadamente, es una mala idea.
Hay un lugar para el etanol en el futuro energético del mundo, pero está en los trópicos. Brasil se las ha arreglado para reemplazar gran parte de su consumo de gasolina con etanol. Sin embargo, el etanol de Brasil proviene de la caña de azúcar.
En Estados Unidos, el etanol viene mayoritariamente del maíz, una materia prima mucho menos adecuada. De hecho, el maíz es una fuente tan pobre de etanol que investigadores de la Universidad de Minnesota estiman que convertir toda la cosecha de maíz en etanol, reemplazaría solo 12 por ciento de nuestro consumo de gasolina.
¿Pero acaso no sería eso al menos una ayudita? Bueno, sería demasiado cara en comparación con la alternativa obvia: la conservación. La Oficina del Presupuesto del Congreso estima que reducir el consumo de gasolina en 10 por ciento mediante un incremento en los estándares de economía de los combustibles les costaría a productores y consumidores alrededor de 3,6 mil millones de dólares al año. Lograr el mismo resultado mediante la expansión de la producción de etanol costaría a los contribuyentes por lo menos 10 mil millones de dólares al año, con base en subsidios que ya recibe el etanol, y probablemente mucho más porque ampliar la producción requeriría de subsidios más altos.
Lo que es más, la producción de etanol tiene costos ocultos. Aun el Departamento de Energía, que es relativamente optimista, dice que los ahorros energéticos netos al reemplazar un galón de gasolina con etanol son solo el equivalente de alrededor de un cuarto de galón debido a la energía usada para cultivar maíz, transportarlo, operar plantas de etanol y así sucesivamente. Y estas materias primas energéticas provienen casi en su totalidad de combustibles fósiles, así que no queda claro si promover el etanol ayuda realmente a reducir las emisiones de bióxido de carbono.
Entonces, ¿por qué el etanol y no la conservación es la pieza angular de la política energética del gobierno? En realidad, no es del todo culpa de Bush. La verdad es que en este momento la gente de Bush parece menos preocupada por diseñar una buena política que por encontrar alguna cosa, cualquier cosa, para que el Presidente hable sobre ella y que no termine con la letra “q”. Y aún cuenta la influencia maligna de Dick “Signo de Virtud Personal” Cheney, que todavía se burla de la conservación.
Pero incluso después de que se hayan ido los Bushies, las malas ideas de política energética tendrán electorados poderosos, mientras que las buenas ideas no los tendrán.
El subsidio al etanol beneficia a dos grupos bien organizados: los productores de maíz y los fabricantes de etanol (en especial el gigante corporativo Archer Daniels Midland). Como resultado, es una política con mucho apoyo bipartidista. Por ejemplo, a principios de este mes, cinco senadores, de los cuales cuatro son demócratas, presentaron una iniciativa de ley para un incremento enorme en el uso de etanol. En una reciente reunión municipal en Iowa, Hillary Clinton mencionó el etanol en dos ocasiones.
En cambio, la conservación no tiene ningún apoyo parecido. ¿Dónde está el electorado organizado en favor de estándares para la economía de los combustibles más estrictos, impuestos más altos para la gasolina o un sistema de topes para las emisiones de bióxido de carbono?
¿Se puede hacer algo para promover una buena política energética? La educación pública es un primer paso necesario, razón por la cual Al Gore merece todos los elogios que está recibiendo. También ayudaría tener un presidente que obtuviese asesoría científica de los científicos, y no de los ejecutivos de las compañías petroleras y de los novelistas.
Sin embargo, aún hay una enorme brecha entre lo que es obvio que se debería hacer y lo que parece políticamente posible. Y yo no sé cómo cerrar esa brecha.
©The New York Times News Service
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